dimecres, 1 d’octubre del 2008

ya están rodando el anuncio del gordo de navidad.


el otro día, hará un tiempo improbable (es decir, llovían cabras o se despeñaban coleópteros prehistóricos en las aceras), recordaba la anterior Noche de Año Nuevo en Austria y esa curiosa costumbre de echar una cucharada de plomo fundido en un recipiente con agua para, al sacar la figura formada al solidificarse otra vez el metal, interpretar el futuro en el año entrante. (mis colegas acertaron al apuntar que sería una tradición mucho más curiosa si se optara por derramar el plomo fundido en escotes ajenos)

bien, recuerdo que mi figura fué claramente una rosa sin abrir, con su tallo e incluso una oja, un capullo vamos; no cabían dudas de su interpretación y acepté que el Destino, los Hados o cualquiera que estuviera de turno en ese instante me insultara de forma tan elegante y burda. No todo el mundo creyó en ese mensaje, al parecer un capullo es también símbolo de prosperidad y/o desarrollo personal según la que en aquellos días era mi suegra (una mujer muy atractiva doctorada en psicología y que hablaba finés conmigo en las cenas).
analizando mi situación actual creo, sin lugar a dudas, que fuí yo quién estaba en lo cierto.

también me planteé -fue un día lleno de emociones- que un pirata además de beber grog debe estar versado en el arte de ser poeta. El requisito imprescindible, tengo entendido, es haber nacido y el bigote siempre es opcional. Bien, busqué mi partida de nacimiento, vi que en ese punto todo estaba en orden, recordé que la última vez que me miré al espejo gozaba de algo parecido a un mostacho y a continuación empecé a comer pipas mientras pensaba en eso, los (des)propósitos de año nuevo. Sonaba un disco del año pasado y de repente me puse a escribir algo que me pareció tener posibilidades -de convertirse en bola de papel, se entiende-. Sugería cosas completamente inusuales a persona de lo más extrañas (incluso para mí), y creo que en eso consiste el arte del servicio de primera clase en cualquier ámbito. La mejor estrofa rezaba algo así:

Dormitaban las gacelas
en un lecho de ensalada persa
leonas consideraban
ir al mercadona
¿Has oído el plañir de una perdiz penosa
o el cantar de un caracol cansado
(pudín, o como yo, amante o acaso esposa)
has recorrido a rastras toda la casa fosca
donde los marsupiales maúllan magullados?

era bastante improbable que alguien hubiera oído algo así, y más improbable que alguien se atreviera a citarlo en voz alta, aunque en estos tiempos quien sabe, y por eso estimulaba la imaginación y sacaba a la gente de sus yoes limitados y aburridos. Nadie me ha llamado nunca limitado o aburrido -aunque últimamente me oigo como "farsante" o "embustero"-, pero hasta yo me he sentido alterado ante la idea de una casa llena de marsupiales heridos. Sencillamente, no era algo agradable, pero, en aquel momento me pareció que si un marsupial maúllaba debía ser, seguramente, porque estaba magullado. Sin embargo, los editores se mostraron unánimes en su rechazo; dijeron que ya se había hecho antes, que se había hecho peor y que el mercado para ese tipo de obras era limitadísimo.

...en recuerdo de:
aquella canción de Estanislau Verdet - M'agradaria ser un lemur
(o un lèmur, o fins i tot, un lemür)
que no sabemos como son, pero corren de un modo curioso y abren los ojos para quejarse de las pelirrojas.
y del iogurt prohibido.